Nutrición•Jorge Miñarro•15 de junio de 2024
El dichoso efecto rebote, el círculo vicioso de comprometernos con la vida fit, adelgazar, relajarnos, engordar y vuelta a empezar.
El efecto rebote, y no me refiero a un tratamiento farmacológico, existe y puede pasar incluso sin que te des cuenta. No aparece ni por tu constitución ni por tu genética, aunque si influya de cierta manera.
La principal causa por la que aparece el efecto rebote es por que cuando alcanzamos nuestro objetivo, o antes de relajarnos, nos confiamos. Creemos que todo lo hemos hecho bien o lo suficientemente bien para desengancharnos consciente o inconscientemente, descuidarnos un poquito y tener la falsa seguridad por haber trabajado bien y poder permitirnos caprichitos.
TU BÁSCULA TE DA UN TRISTE RECORDATORIO
¿Tan mal lo he hecho?
¿Pero… por qué tan rápido?
No siempre, pero en casi todos los efectos rebote, cuando se recupera el peso, viene asociado un incremento del mismo, no solo recuperando los kilitos perdidos, sino que pueden venir acompañados de alguno más.
El mecanismo por el que se produce el efecto rebote, es debido a que tu organismo no ha alcanzado el tiempo suficiente para acostumbrarse a la pauta física o alimentaria que seguías y aun portándose bien, vuelve a ser el mismo que antes de realizar todo ese esfuerzo.
Ten en cuenta que has estado diciéndole al organismo que comer, cuando comer y CUANTO comer. Cambiar la frecuencia y, sobre todo, la cantidad puede provocar un aporte calórico distinto y reclutar adipocitos aumentándote la grasa.
MIS RECOMENDACIONES PARA EVITAR LAS RECAÍDAS
Los cambios bruscos son malos, mejor paulatino y sin abandonar la terapia nutricional radicalmente.
Aléjate de los ‘’caprichitos’’ y los procesados, ni hacen bien ni te sientes bien después de tomarlos. Y lo sabes.
Disminuir el ejercicio físico y aeróbico es crucial evitarlo.
Dejar de hacer dieta no es comer lo que quieras, es poner en práctica lo que has aprendido sin que te asesore nadie.